En términos espirituales, la sabiduría que nos es comunicada a través de nuestro trabajo con las plantas sagradas nos aconseja procurar una ligación cada vez mayor con nuestra Madre, de la misma forma que nuestros ancestros. Ellas también nos alertan sobre los peligros que el hombre está corriendo como especie. Nos aconsejan encarar seriamente el desafío de llevar una vida autosuficiente. Para que esa lucha por la autosuficiencia no sea apenas un slogan político, y sí un tipo de sadhana, de práctica espiritual que nos habilite a ser más conscientes de nuestro papel aquí en la Tierra.

Debemos aprender a vivir en comunidad porque, en ella, todos compensan la falta en cada uno. Resulta más fácil dominar los procesos básicos de la vida. Aprender a plantar y coger un alimento más integral y sano; construir el propio abrigo; hilar y tejer nuestra ropa; curarse con la propia medicina que la floresta proporciona y, principalmente, aprender a vivir como hermanos, que es lo más difícil.

Ese es el programa que nos une y en función del cual siempre procuramos superar las flaquezas e imperfecciones que nos han impedido realizarlo plenamente.